WHAT WOULD GOOGLE DO
El
título tiene algo de blasfemo, al menos para el público
norteamericano. WHAT WOULD GOOGLE DO? es una evidente alusión al
WHAT WOULD JESUS DO?, una pregunta-eslogan empleada por
los cristianos
renacidos a
la hora de plantearse decisiones importantes. Las iniciales WWJD
aparecen, también, en una línea de ropa y joyería populares. Esta
referencia, que el público español no captará, nos recuerda
también que Google, como Dios, es omnipresente: lo ve todo, lo reúne
todo dentro de sí y provoca la imagen de una instancia todopoderosa.
Es también una pregunta legítima porque Google, aparte de haber
llegado a convertirse en verbo, es también una de las raras empresas
creadas en la Red que no sólo no sufrió el pinchazo de la burbuja
de los dot.com,
sino que ha crecido notablemente en tiempos de crisis.
Este
libro, sin embargo, es menos una historia de esa “marca” que un
análisis de su filosofía y de sus derivados, tanto aquellos que
están ligado a esa compañía —porque Google tiene muchas
plataformas: Blogger, GoogleDocs y Google Calendar; YouTube para
videos, Google Analytics para controlar el tráfico en los distintos
sites, Google Groups para crear comunidades en línea, AdSense para
las inversiones, Google Maps y Google Heart para mapas y planos—,
como aquellos comparten su filosofía, como A
day in the life o
Flickr.
¿Y
cual es esa filosofía? Poner un servicio gratuito, bueno, incluso
necesario, al alcance de todos. Tradicionalmente la mayor parte de
las cosas encontradas en Internet han sido gratuitas, o incluso
cuando alguien ha pagado por ellas han acabado gratuitamente en otras
manos. A pesar de esta aproximación, que muchos medios de prensa
tradicionales, y por lo menos una industria (la del disco) no han
logrado comprender del todo, la información en línea continuaba
teniendo muchos caracteres propios de la vieja información: existía
un creador y una serie de recipientes. Con la llegada de la Web 2.0,
cuya sombra planea sobre todo el texto, se ha pasado sin embargo a un
mundo en que el consumidor de información o de cultura ha pasado a
ser también su corrector, su creador, no sólo a través de grandes
obras anónimas como la Wikipedia, sino también de un diálogo
constante e inmediato entre creadores y consumidores que ha
difuminado la diferencia entre unos y otros. Tanto la Wikipedia, una
enciclopedia creada por sus lectores, como A
day in the life, que cada día ofrece reportajes gráficos,
como las reseñas de Amazon.com, o como los blogs que compiten con la
prensa tradicional son hechos por los mismos que reciben la
información y no por unos creadores ajenos a los receptores y el
autor relaciona esta experiencia con la filosofía de Google.
Para
ilustrar sus tesis el autor usa varios ejemplos. El primero de ellos
es su pelea, pública y a la postre exitosa, contra el servicio de
asistencia de Dell, que causó grandes pérdidas a esa compañía,
cuando sus ataques fueron pasando de blog en blog hasta convencer a
una parte sustancial de sus lectores de que Dell era una mala marca
de computadores. El segundo ejemplo de colaboración creativa entre
un primer creador y la comunidad de sus oyentes lo ofrece el Show de
Howard Stern, que mucho antes de que apareciese Internet ya ofrecía
una interactividad telefónica que presagiaba la que iban a tener los
blogs, con los oyentes llamando y participando de forma creativa a
través de parodias y chistes. Y finalmente su propia experiencia
como columnista en un blog después de los ataques del 11-S, cuando
sus crónicas apresuradas fueron leídas, pasadas, respondidas y
corregidas por otros columnistas en línea; la visión de un
particular, en este caso el autor, se vio contrastada y completada
por otros cientos de colaboradores, alterando la forma tradicional en
que una noticia se presenta a un público.
La
Web 2.0, de la que Google es un excelente ejemplo, ha trasformado la
prensa, el comercio, las relaciones interpersonales, ha sustituido el
gran público lector de la prensa por miles de públicos pequeños,
pero sin embargo accesibles, pero también el mundo de las grandes
naciones clásicas por miles de naciones sin fronteras bien definidas
en las que se deja de ser americano o español para ser a la vez
miembro de la nación de los asmáticos, de los aficionados a tal o
cual deporte o juego o a tal o cual serie televisiva.
¿Qué
ha hecho Google? ¿O la Wikipedia, o YouTube? Crear plataformas en
que cualquiera puede publicar cualquier cosa, en que el control de la
plataforma está en manos de los mismos consumidores que con sus
gustos indican el camino a seguir por el mercado. ¿Y qué diferencia
a Google de otros buscadores de Internet? El autor lo tiene claro:
Yahoo y otros sites de Internet piensan en sí mismos como un fin. Google se ve como un medio... Google ve su página central como el camino de llegar a donde quieres ir. Y cuando llegas allí, hay muchas oportunidades de que encuentres un anuncio o aplicación de Google.
Ahí es donde Google quiere estar: donde tú estás. Antaño, todos los caminos llevaban a Roma. Hoy todos los caminos salen de Google.
Jarvis
ve en esta forma de acceder a la información no sólo sus resultados
comerciales, que permiten al vendedor anunciarse directamente al
consumidor, sin necesidad de intermediarios, sino también sus
resultados éticos, porque ahora ya no sólo es más difícil ocultar
la realidad, sino que además, gracias a los blogs, se favorece la
transparencia informativa frente a los medios de prensa tradicionales
que presentaban un producto acabado pero no explicaban como se
llegaba a producirlo.
Desde
luego tanto Google como las otras compañías aquí estudiadas han
recibido críticas, que ya resumió Andrew
Keen en The
cult of the amateur:
esas críticas incluyen preocupaciones sobre la seguridad de la
información personal, violaciones de copyright, y censura, pero
sobre todo que el tipo de cultura que favorece esta nueva tecnología
anula la creación original, favoreciendo el plagio y la copia. A lo
que el autor responde:
Aquí es donde regresamos al objetivo: la creación. Mirando Internet, uno se sorprendido por la voluntad de la gente para crear. Una encuesta que cite anteriormente indicaba que muchos de nosotros tenemos dentro nuestro un libro. Otra decía, coincidentemente, que la mayor parte de los jóvenes tienen dentro de sí un negocio. Hemos vigilado nuestra creación: tenemos millones de blos. Sacamos cientos de millones de fotos en Flickr. Cien mil personas escriben aplicaciones en Facebook. Cada minuto, diez horas de video son cargadas en YOUTUBE. Internet no nos hace más creativos. En lugar de ello nos permite que aquello que creamos sea visto, oído y empleado. Permite que cada creador encuentre su público...
Aquí es donde regresamos al objetivo: la creación. Mirando Internet, uno se sorprendido por la voluntad de la gente para crear. Una encuesta que cite anteriormente indicaba que muchos de nosotros tenemos dentro nuestro un libro. Otra decía, coincidentemente, que la mayor parte de los jóvenes tienen dentro de sí un negocio. Hemos vigilado nuestra creación: tenemos millones de blos. Sacamos cientos de millones de fotos en Flickr. Cien mil personas escriben aplicaciones en Facebook. Cada minuto, diez horas de video son cargadas en YOUTUBE. Internet no nos hace más creativos. En lugar de ello nos permite que aquello que creamos sea visto, oído y empleado. Permite que cada creador encuentre su público...
Como
podemos ver, éste es un libro escrito desde el entusiasmo con todos
los peligros que ello comporta. No todo el mundo lamenta la
desaparición del pedestal de la clase creativa o la desaparición de
la prensa escrita, que careciendo de la rapidez de la prensa en línea
ofrecía, sin embargo, otros retos. El del autor es un entusiasmo que
no comparten muchos centros dedicados a observar a la prensa en
Estados Unidos, ni otros observadores de los desarrollos del
Internet, pero que ha dado como resultado un libro escrito con
espíritu de apología. Se trata de una defensa exagerada pero
interesante sobre todo porque podrá crear controversia y respuestas.
***
Jeff
Jarvis es un periodista norteamericano. Crítico de televisión
para TV
Guide y
la revista People,
editor dominical del New
York Daily News y
columnista del San
Francisco Examiner.
Ha sido presidente y director creativo de Advance Internet, la
revista en línea de Advance Publications, y consejero de About.com.
Es profesor en la City University of New York’s Graduate School of
Journalism y autor del célebre blog BuzzMachine, que sigue de cerca
los desarrollos técnicos de los nuevos medios de prensa pero en el
que ha desarrollado otros temas que le son queridos y que reaparecen
en este libro: su pelea con la empresa de computadoras Dell, su
afición a los programas radiales de Howard Stern y sus experiencias
después del Once de septiembre. Tres temas que reaparecen en estas
páginas como muestras respectivas de lo que un blogger puede
comenzar dentro del nuevo mundo de la comunicación de masas a través
de Internet; de la colaboración entre un creador (Stern) y su
público, desarrollada incluso antes del Internet pero más fácil
ahora; y de cómo es posible interactuar con los recipientes de las
noticias y reelaborar tus textos a medida que son escritos.
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