jueves, 28 de junio de 2018

HE LEÍDO LAS MEMORIAS DEL EX JEFE DE LA CIA Y EL TORTURADOR ES ADEMÁS ABURRIDO. PLAYING TO THE EDGE: AMERICAN INTELLIGENCE IN THE AGE OF TERROR





Michael Hayden es un general retirado de la Fuerza Aeres norteamericana. Ha sido director de la National Security Agency, primer director ejecutivo del DNI (Director of National Intelligente), y finalmente director de la Central Intelligence Agency. 
Fue director de la NSA de 1999 a 2005. Su periodo como director de la NSA coincidió con la actualización de los medios empleados informaticos empleados por esa agencia, así como con numerosas acusaciones de espionaje sobre ciudadanos norteamericanos. 
El 2005 pasó a ser el primer director del DNI y el 2006 a ser director de la CIA, un cargo tradicionalmente ocupado por civiles, tras la dimisión de su predecesor. Ocupó la dirección de la CIA hasta febrero de 2009.

El libro cubre la carrera del general Hayden basicamente desde sus tiempos en la NSA hasta el cambio de guardia en la CIA, tras la elección de Barack Obama, es decir desde los años finales de Bill Clinton hasta el 2009, un periodo de excepcional importancia en la vida norteamericana en que sus servicios de espionaje se han sito envueltos en numerosas controversias: su incapacidad para detener los ataques del once de septiembre, la supuesta presencia de armas de destrucción masiva que condujeron a la invasión de Irak, el espionaje electrónico sobre ciudadanos norteamericanos, así como sobre instituciones internacionales no consideradas como enemigas y gobiernos amigos, el empleo de cárceles en terceros países e incluso el de la tortura como medio de obtención de datos, el caso Snowden y Wikileaks.
El libro debería tener todo para ser interesante. Hayden fue primero director de la NSA en tiempos de Clinton y Bush y después de la CIA hasta los primeros meses de Obama. Con anterioridad, su carrera en los servicios de información llega hasta sus años como oficial subalterno y agregado militar, durante el final de la guerra fría, que rememorará en alguna de estas páginas.
Sus nombramientos para los más altos cargos dentro de las agencias de Información en Estados Unidos coinciden con un momento de cambio dentro de las agencias de información, tanto en sus objetivos como en sus medios, cuando se pasó de un enemigo principal, claramente definido y tecnológicamente inferior, la Unión Soviética, a un mundo donde los enemigos no están tan claros --a lo largo del libro veremos como el 80% de los recursos de la CIA están dedicados a un país con el que no está en guerra: Iran-- y en el que además las nuevas redes terroristas están a la misma altura tecnológica que los organismos institucionales. 
Los párrafos destinados a dsicutir los nuevos medios
de interrogatorio son decepcionantes.
Desgraciadamente no es el caso: este es un libro institucional, escrito por alguien que se ha separado de un alto cargo público y está obligado, por toda una vida de compromisos, a defender no tan sólo sus elecciones, sino además las instituciones en que ha servido y dirigido, a sus superiores directos, que incluyen a dos presidentes norteamericanos poco amigos de cumplir con los derechos humanis, pero también a sus subordinados y a las políticas seguidas por esas instituciones, que en el caso de la NSA incluyeron, posiblemente, nuevos metodos de obtención ilegal o alegal de datos de millones de ciudadanos que empleaban Internet, y en el de la CIA incluyen, incluso hoy, asesinatos de líderes enemigos, detenciones en puntos negros, o el empleo de métodos coercitivos en los interrogatorios. Son años también de reorganización y reestructuración de las agencias, de aparición de nuevas tecnologías y esas nuevas tecnologías, así como los vacíos legales que las rodean, ocuparán bastantes páginas del libro.

¿Cómo explicar algunos de los peores errores del espionaje americano? El autor no lo hace. Parece comportarse como si el no reconocerlos los borrase. Los datos de la NSA no impidieron el Once de Septiembre, pero sí ataques posteriores, si creemos al autor. Tampoco se nos explica porque las agencias de información respaldaron la presencia de armas de destrucción masiva en Irak. Se trató de un error en el análisis de información, aunque el autor, sin podernos explicar convincentemente como se cometió ese error, insistirá en la ausencia de presión por parte de la presidencia norteamericana en ese sentido.
Gran parte de los capítulos iniciales del libro, los que deberían atraer al lector hacia el mismo están consagrados a política de oficina, nombramientos, cargos, colocación de personal y a los mecanismos que rodean esos nombramientos, así como a una serie de análisis en los que el autor trata de transmitir una idea de normalidad a una actividad que no tiene nada de normal o usual, el espionaje. Convierte así un tema que podría ser excitante en una serie de actividades burocráticas y administrativas que podrán aburrir a cualquiera que no siga C-Span de forma regular. 
El análisis que hace Hayden en esos capítulos iniciales de su papel en la NSA no es el de un jefe de espias, por momentos parece el jefe de una industria anticuada y caduca que sobrevive gracias a las ayudas oficiales, que necesita renovarse, hablando de nuevas tecnologías, licencias y problemas administrativos a un consejo de administración envejecido y poco convencido. No es que en esos capítulos no tenga momentos de humor: como cuando su esposa, tras ver Enemy of the State, una película de Will Smith en que los agente de la NSA son los malos más malos y el aspirante a director de esa entidad el peor de todos ellos, le pregunta que a quien ha tenido que matar para llegar al cargo—en la película el aspirante a jefe de la NSA mata a un Senador... nada grave, hay otros 99.

Supongo que esta forma de abordar el tema, cuya sequedad no podía escapársele al autor, tiene que ver con su afirmación en las primeras páginas de que no ha conocido a ningún Jack Bauer (el torturador de la serie televisiva 24, interpretado por Kieffer Sutherland) en sus años al frente distintas agencias, sino que todos sus subordinados y colegas han sido gente perfectamente normal, un corte representativo de América. A todo lo largo del libro abundarán los intentos de normalizar la situación, tanto del autor como de sus subordinados. Hay una intención clara a lo largo del texto: explicar que nosotros, los miembros de los servicios de información somos como vosotros, los lectores norteamericanos. 
Estamos frente a una biografía institucional, quizás por ello cada noticia que recibe relativa a su trabajo la recibe cerca de su esposa o en medio de una actividad familiar, y en los capítulos trece y quince del libro extiende esa familiaridad a los miembros de la CIA, para pasar del combate burocrático a los problemas personales que comportan sus actividades para los miembros de sus familias, las esposas que no tienen el mismo apoyo que, por ejemplo, la esposa de un soldado cuando pierden a uno de los suyos. Quizas por ello la prosa dedicada a contar un picnic familiar de miembros de la CIA con sus esposas e hijos es más agradable que la dedicada a hablar de los pasos que llevaron hasta la aprobación del waterboarding y otros medios coercitivos, comportamientos que Hayden se niega en todo momento a definir como tortura, porque, como nos explica, la tortura es una conducta criminal y los funcionarios que han llevado a cabo esos actos lo han hecho dentro de los límites de la ley americana.

En algunos capítulos la principal tarea del director de una agencia de espionaje parece ser moverse en los pasillos de Washington, soportar críticas, responder críticas, puntualizar en que punto la adquisición de información--metadatos resultado de la intercepción de correos electrónicos--sobre ciudadanos norteamericanos pasa a ser espionaje, o a no serlo (si atendemos sus puntualizaciones), y en que momento la deprivación sistemática sueño del sueño de los detenidos y el waterboarding son o no torturas (de nuevo un terreno ambiguo para el autor), de la misma manera que en bastantes páginas el autor juega con los conceptos y reduce conductas que afectan a personas, a veces de forma muy negativa a meros procedimientos administrativos. 
Cuando Hayden viaja y debate fuera de Washington su libro se hace más interesante, probablemente porque tiene que explicarles a sus lectores norteamericanos cosas que les son ajenas de la misma manera que en su momento tuvo que explicárselas a sus jefes. Su regreso a Bulgaria, donde en otros tiempos espió, sus conversaciones con el jefe del Mossad que le obliga a explicar que como funcionario norteamericano no puede animar en otras agencias conductas que le están prohibidas en su propia agencia (están hablando sobre el asesinato de científicos iranies), sus conversaciones con el número dos de Mubarak en Egipto, las críticas recibidas en Alemania por espiar a los dirigentes de un país amigo...

Los capítulos finales del libro nos remiten a la elección de Barack Obama. Durante la campaña electoral, al menos para el autor, la principal baza electoral de Obama era que no era Bush y habló en contra de las detenciones de sospechosos terroristas en terceros países --donde no les cubrirían las garantias legales norteamericanas--, del cierre del campo de prisioneros de Guantanamo, del final de las torturas y liquidación de líderes enemigos. El autor hace notar que Obama, una vez llegado a la Casa Blanca ha continuado esas políticas y de hecho las ha intensificado en estos últimos años, pareciendose más los años de Obama al segundo periodo presidencia de Bush que el segundo periodo presidencial de Bush a su primer periodo. En un momento dado del libro, y hablando de los primeros años de Obama hace notar que los principales partidarios de su política antiterrorista fueron los partidarios del anterior gobierno más que sus propios electores. Sin embargo la llegada de Obama, que Hayden parece preferir a la posible elección de McCain, fue acompañada de dudas por gran parte del personal que trabajaba en la CIA y la NSA, y su lenguaje inicialmente criticado por los ex directores de la CIA (excepto por Bush padre que como ex presidente debió permanecer al margen), hasta que pudo verse que el cambio de lenguaje no significaba ni la persecución de aquellos que durante gobiernos anteriores habían realizado los actos criticados por el nuevo presidente durante su campaña electoral, ni por un cambio real de la política de las agencias de espionaje. Pese a todo el autor insiste en su papel en sus ultimos meses como jefe de la CIA defendiendo las políticas conducidas anteriormente, y en el hecho de que expresó claramente al nuevo presidente que no debería perseguirse a los agentes que ejecutaron políticas presidenciales anteriores debido a un cambio de las mismas: las políticas de la CIA las dicta la oficina del presidente independientemente de quien sea este.
El libro tiene puntos interesantes, debajo de una prosa que obstaculiza más que favorece la comprensión de lo que está pasando. Sobre todo al lector no norteamericano. Hay que decir que, cuando el autor se ve en la necesidad de explicar una situación a la que los lectores norteamericanos son normalmente ajenos, como la rara composición del estado pakistani, o la existencia de la teocracia iraní, sabe hacerlo muy bien, resumir situaciones a veces complicadas de forma fácil de seguir... el problema está en que más de la mitad del libro está dedicado a cosas que asume que su público, aquel para el que ha escrito el libro, el norteamericano, y no sólo el norteamericano sino el que sigue atentamente la política y conoce el funcionamiento de su burocracia, deberá comprender sin explicaciones adicionales...
Es una versión oficial, una historia oficial en la que los errores (por no decir los crímenes) se ven minimizados y ocultados tras la terminología administrativa. No teníamos derecho a esperar nada más: el libro ha sido escrito desde la defensa de unas instituciones en que el autor cree y estuvo implicado, y eso excluye en gran parte del mismo tanto las grandes preguntas comprometedoras como las grandes respuestas críticas. Y por descontado también los ataques personales. Lo más parecido a una intencionalidad política en el libro son los capítulos finales, dedicados a Obama donde el entorno de este, más que el mismo presidente, pueden sentirse criticados, porque atacan a sus predecesores pero practican sus mismas políticas. Pero incluso esa crítica queda envuelta en demasiadas palabrería. 
En pocos lugares fuera de Estados Unidos podrá gustar un libro que justifica, entre otras cosas, Guantanamo--un campo que al parecer no está tan mal porque tiene una biblioteca donde puede leerse a Harry Potter, lo que equilibra la deprivación de suelo y el waterboarding--, o las políticas de la CIA durante los diez años que estuvo al frente de la misma.
Un coñazo de libro para norteamericanos que aún crean en sus instituciones.

viernes, 22 de junio de 2018

SOBRE ECHEVARRIA Y CARLOS FUENTES

Un artículo que yo mismo reconozco algo vengativo ... pero bueno, va de quien va ... 

Echevarria se va a morir. Lo milagroso es que haya vivido tanto. Este es el buen hombre que pidió que expulsasen a España de la ONU en 1975, por cinco ejecuciones legales, después de ser principal responsable del asesinato ilegal de una cantidad indeterminada de estudiantes respondones –de 300 a 1500 según distintas fuentes internacionales– en la Plaza de Tlatelolco en 1968, cuando era Secretario del Interior del Presidente Diaz Ordaz… y de la matanza de estudiantes del Corpus Christi –120 muertos reconocidos, incluyendo uno peligrosísimo de 14 años– siendo ya presidente de la República, 
Fue el creador primero del BATALLON OLIMPIA (Tlatelolco fue su estreno) y después de los HALCONES, que fue algo a medio camino entre la banda criminal y la entidad casi policial. Su gobierno fue una mezcla de demagogía tercermundista, antiamericana, anticatólica, antiespañola–y si él y los demás altos dirigentes del PRI no hubieran sido todos ellos causalmente blancos [1] hubiera sido también antiblanca-- y represión poiicial del izquierdismo estudiantil pero con lenguaje izquierdista oficialista. El día después de la matanza de estudiantes del jueves de Corpus (10 de junio de 1971) el escritor, de izquierdas, Carlos Fuentes, en una entrevista con el periodista Joaquín López Dóriga, exculpaba a Echevarria de la matanza y decía que o ECHEVARRIA O EL FASCISMO. Tengamos en cuenta que en esa matanza algunos estudiantes inicialmente heridos fueron rematados en los hospitales a que habían sido llevados, uno de ellos en el mismo quirófano, y que el peligro fascista no existía por ninguna parte en México… cada político tiene los aduladores que se merece. 
Durante la presidencia de Echevarria podías escoger entre ser un izquierdista bueno que publica libros contra la colonia española y/o Estados Unidos … y entonces vivías y además eras subsidiado o recibías incluso una Embajada (como el novelista contestario Carlos Fuentes), o ser un mal izquierdista que protestaba la corrupción administrativa y pedía mejores sueldos, y entonces te despedía el sindicato, te apaleaba la policía y te asesinaban los Halcones (incluso en el Hospital)… y además no te daban una Embajada … sobre todo no la de París, que era la de Fuentes …
(Un aparte no sobre ECHEVARRIA sino sobre su escribano favorito: Las cosas como son, cuando Echevarria dejó de ser presidente, Carlos Fuentes, de nuevo constestario y recuperados el valor y la dignidad, escribió un cuento contra los Halcones… (pero en el cuento eran “los gavilanes”) en su volumén de cuentos Agua Quemada)
Maestro del uso de la terminología izquierdista, Echevarria se aseguró de que en México no hubieran guerrillas comunistas apoyadas por Cuba, mediante el sencillo método de asesinar a los aspirantes a guerrillero en México, mientras apoyaba a Cuba en las Naciones Unidas y a las guerrillas izquierdosas fuera de su país, lo más lejos posible… A Castro eso nunca pareció molestarle y devolvió a México a cuanto aspirante a revolucionario no institucional apareció por su Isla  
En 1975, cuando las últimas ejecuciones del franquismo, este asesino de masas populares fue brevemente el héroe de la izquierda española por su petición de que se expulsase a España de la ONU. Después se dieron cuenta de que estaban jaleando a un cerdo y dejaron de hacerlo … Es posible que los rojos de entonces tuvieran más decencia que los de ahora … Coño, tampoco es tan difícil … pese a todo lo dicho, las cosas como son, comparado con Maduro u Ortega, Echevarria casi podía pasar por un animal semicivilizado … y al menos sabía hacerse el nudo de la corbata correctamente y no hablaba con faltas de ortografía (asesinos sí, pero no incultos podría ser el eslogan semioficial de las altar jerarquías del PRI…) … Dicho sea esto con todo mi cariño y respeto hacia la figura de un viejo estadista que aparentemente se está muriendo… no le echaremos de menos... 

[1] Porque en México los presidentes del PRI siempre fueron más blancos, e indigenistas, para compensar, que sus votantes...

miércoles, 13 de junio de 2018

Vocabulario básico para militantes nacionalrevolucionarios



Algunas palabras con las que podremos encontrarnos en política

Activista/militante. El activista es un militante comprometido con su causa. No hay que confundir el activismo con la mera gesticulación revolucionaria. El activismo no tan sólo es moverse mucho, sino saber hacerlo de forma disciplinada en una dirección clara y con un objetivo definido. El militante nacionalista está siempre movilizado. La revolución es su segunda profesión. Educado, educa sucesivamente a los que le rodean, comunica su entusiasmo. En su papel de oganizador, debe hacer todo desde la nada más absoluta.

Agente provocador. No es necesariamente un agente pagado por el gobierno, pero sus actividades van siempre en el mismo sentido que el de los agentes del gobierno: provocar diferencias dentro de un grupo, introducir disensiones, animar a cometer actos ilegales porque, nos recordará, estamos contra la legalidad vigente. El agente provocador trata siempre de organizarse al margen de los líderes oficiales del partido, suele emplear un lenguaje super revolucionario y resumir problemas complejos de la forma más sencilla posible... En momentos de tensión contra el Estado, o contra grupos contrarios, puede parecer muy seductor resolver todo de forma sencilla, y normalmente violenta. No nos dejemos vencer por la tentación: cuatro cristales rotos no son una revolución, a menudo no son ni una algarada pero sí pueden llegar a ser una ficha policial, y una ficha policial te acompañará toda la vida.

Análisis. Algunos piensan con el corazón, otros con el estómago, pero nosotros como nacional revolucionarios tenemos que pensar con la cabeza. No siempre es fácil. Demasiadas veces nos dejamos llevar por el primer instinto, que además suele ser justo, o al menos debería serlo entre personas sanas. Pensar como revolucionario implica toda una serie de procesos. Debemos tener en cuenta que un análisis no es una lista de deseos: debemos tener en consideración no sólo nuestros deseos y nuestros derechos sino también la forma en que estos son vistos por otras personas. Debemos aprender a distinguir entre factores objetivos y subjetivos. Y por regla general podemos decir que son factores objetivos aquellos que nuestra voluntad no puede afectar directamente y factores subjetivos aquellos que dependen directamente de nuestra voluntad. A medida que nuestras fuerzas crezcan esos factores cambiaran: para nosotros la economía es un factor objetivo, para la gran banca o para los dirigentes de los grandes entes sindicales o empresariales, aunque po motivos distintos, es un factor subjetivo que pueden alterar. Un análisis político tiene que tener en cuenta la historia, el pasado, el carácter de nuestros partidarios y el de nuestros enemigos, elementos que pueden variar de un día al otro y otros que permanecen a lo largo de la historia. En cualquier caso el análisis es el paso previo de cualquier acción.

Autocrítica. De cuando en cuando es necesario hacer un análisis de conciencia y asumir que al margen de la acción de nuestros enemigos, algunas de las cosas que no nos han salido bien pueden ser culpa propia. Examinemos nuestros errores de forma regular hasta que sepamos porque tal o cual plan no ha salido bien. No señalemos faltas ajenas hasta ser consciente de las propias.

Burgués. Originalmente el burgués era el ciudadano del burgo, la ciudad libre de cargas señoriales. Con el paso de los siglos esa denominación ha degenerado hasta definir al hombre apartado tanto del campo y el trabajo manual, como de las tareas de la religión y la guerra. El hombre desarraigado para el que el oro es superior al honor, la ciudad al campo, el mundo sin raíces a la identidad, capaz de sentirse cómodo en cualquier parte pero nunca realmente parte de ninguna, que se convierte en el personaje central de la historia desde la Revolución Francesa hasta nuestros días. Oportunista y sin principios que vayan más allá de sus intereses, su terreno político cubre todo el amplio espectro que va desde la socialdemocracia hasta el conservadurismo.

Clique. De la misma manera que la casta es la parodia de la aristocracia, la clique o camarilla es la caricatura del grupo de dirigentes. Un grupo de mandos tiende a cooptar a los mejores para ingresar en el mismo. Es lo propio de las camarillas promover únicamente a aquellos que carecen de espíritu crítico. La camarilla aisla al mando de los militantes y a estos de la toma de decisiones haciendo imposible el crecimiento de un partido. Tiende a cerrarse y a protegerse de toda influencia exterior.

Comité ad hoc. Se trata de un comité creado para resolver una situación concreta dentro o fuera del partido, al que pueden unirse miembros ajenos al mismo para trabajar en la resolución de un problema común. Los comités de este tipo son buenos para añadir gente nueva, concienciarla a partir de un caso concreto sobre los fallos del sistema en conjunto.

Cuadro/responsable/mando. Tres palabras que, con los necesarios matices, se corresponden con una misma realidad. Es precisa una estructura de mando continua, no improvisada, que dé continuidad al trabajo del partido y lo haga posible. Cuadros y mandos son casi lo mismo: gente que trabaja con otra gente y la da órdenes, o por lo menos orientaciones. Un responsable puede ser un miembro del partido que dotado de alguna capacidad especial pueda trabajar y ser responsable de forma autónoma de un aspecto u otro de sus actividades sin tener necesariamente mando sobre sus militantes. En grandes estructuras jerárquicas es posible nombrar mandos, en pequeños grupos los mandos suelen surgir de forma natural entre los militantes más dotados de capacidad de mando, o incluso de valor personal. Corresponde al partido convertir, mediante la educación continua, a esos mandos surgidos de forma natural en cuadros capaces de trabajar en una estructura mayor.

Crítica constructiva. Nada te hace sentir mejor que la adulación y el elogio. Cualquiera puede adularte, sólo tus auténticos amigos te criticarán cara a cara para ayudarte a trabajar mejor. Hablar mal de alguien a sus espaldas, incluso si se tiene razón, no es una forma de crítica constructiva; insultar a alguien en publico por sus errores, tampoco; y aunque, a veces, un insulto en privado obliga a una persona a replantearse su forma de actuar, tampoco eso es una crítica constructiva. La crítica constructiva ayuda a mejorar los planes, e incluso a acercar a los camaradas, siempre que sea, ante todo educada, informada y sincera y se le comuniqué cara a cara al criticado.

Disciplina. La disciplina no es lo contrario de la espontaneidad sino lo opuesto a la desorganización. En grupos como el nuestro es ante todo una cuestión de tipo interior, es libremente aceptada, supone el aceptar perder parte de nuesta autonomía personal en favor de un esfuerzo en común.

Dogmático. Dogmático no es el que defiende el dogma, sino aquel que lo eleva a la categoría de intocable, al margen de la situación objetiva y subjetiva del momento. El dogmático está a tan sólo un paso de distancia, fácil de recorrer, del sectario.

Entrismo. El entrismo es esa táctica grupuscular por la que un grupo de militantes sin organización, aparentemente incapaces de crear una propia, tratan de entrar y hacerse con el control de otro grupo ya existente. Tiene algo de parasitario. Si el grupo en el que se entra tiene ya nuestras ideas, ¿no es mejor unirse a él sinceramente? Si no las tiene ¿qué ejemplo estámos dando a nuestros militantes ocultando nuestras ideas a cambio de usar un local o una fotocopiadora? Incluso si se logra el control de ese grupo ¿qué sentido tiene controlar un grupo que no puede confesar abiertamente sus ideas?

Estado. Maltratado por muchos, antes desde la izquierda y ahora desde la derecha globalizadora y capitalista, no debemos olvidar que el Estado surge de la sociedad, como forma de organización que incluso en sus peores momentos trata de organizar a la misma como conjunto, mientras que el nuevo dios del Mercado que ahora se alza contra el mismo, es fruto del capitalismo, que incluso en sus mejores momentos—si ha tenido alguno—necesita de la explotación del projimo. Debemos defender el Estado del bienestar como baluarte de las libertades de la sociedad contra el Mercado, defensor de los intereses de la minoría capitalista.

Frente. Aunque algunos partidos se llamen frente o empleen esa palabra en su nombre, los frentes propiamente dichos, incluso cuando no emplean ese término, son agrupaciones de partidos unidos en torno no a necesariamente a una ideología sino como respuesta a un problema único. Lo propio del partido es articular a una masa militante en torno a una ideología claramente definida. Lo propio del Frente es unir a una serie de grupos diferentes en torno a unas pocas ideas, o incluso en torno a una única idea. Los partidos son instrumentos de trabajo a largo plazo, un frente se crea necesariamente con fecha de vencimiento.

Infiltracion. Parecido al entrismo pero existiendo una organización política propia que puede aprovecharse de la entrada de algunos de sus militantes en una organización ajena. La infiltración puede tener por fin el espionaje, el sabotaje y, sobre todo la manipulación de los elementos del grupo infiltrado.

Masa. La masa no es el pueblo sino el pueblo desorganizado. Cuando los funcionarios de los partidos del sistema burgués hablan de ir a las masas, se refieren a buscar su voto. Cuando los militantes de los partidos nacional revolucionarios hablan de ir a las masas se refieren a organizarlas, arrancarlas de su estado amorfo y convertirlas en un grupo organizado, con conciencia propia. Para los partidos del sistema la Masa es buena, para los partidos de la revolución la Masa el algo que hay que superar.

Organización paralela. Puede llegar el momento en que el partido necesitará desarrollar actividades, no necesariamente ilegales, que no le convenga por uno u otro motivo, declarar como propias: desarrollar actividades comerciales que le permitan conseguir fondos, organizar frentes culturales o sindicales, crear sociedades informativas, que estando de acuerdo con las ideas del partido, o incluso sin mencionarlas, trabajen para el partido sin emplear sus siglas o su nombre. Los comunistas franceses fueron maestros en la creación de sociedades comerciales con los países del bloque oriental, los comunistas españoles estuvieron detrás de varias editoriales de tipo científico que nunca publicaron ni un sólo libro comunista pero que con la publicación de los manuales de la Academia de Ciencias de la URSS crearon un ambiente favorable hacia la Unión Soviética en círculos académicos.

Partido. Llámese como se llame (Frente, Movimiento, Organización), el partido es la estructura desde la que se trabaja en política, se participa y se influye en la vida de la comunidad organizada. Existe una desgraciada tendencia a la dispersión dentro del llamado área nacional en España, que pretende que mil iniciativas independientes pueden suplir a la labor de un partido organizado. Lo cierto es que es el partido organizado, como voluntad de la militancia consciente, el que debe organizar las iniciativas independientes, jerarquizarlas, someterlas a un plan concreto de trabajo y acción. El partido no tiene por que ser un aparato electoral, tiene sin embargo que ser un aparato centrado en torno a una doctrina, dotado de unos mandos claros, una militancia obediente y un plan concreto.

Política. Muchos militantes nacionalistas rechazan la politica, confundiéndola con esa cosa decadente que ha llegado a ser en las democracias Occidentales. La política es la participación en la vida de la comunidad. Existe allá donde existen hombres libres y no subditos. No debe asustarnos a pesar de que a veces traiga consigo compromisos. Aunque la acción cultural o social sean importantes para defender nuestra identidad y nuestro pueblo, sólo la acción política, que afecta a la forma del Estado e influye sobre la misma es el paso previo necesario para la Revolución.

Propaganda. El activista es un propagandista. La propaganda el principal de los medios de llevar nuestras ideas al gran público. Debemos ser claros, debemos ser honestos, debemos decir la verdad y hacerlo de tal manera que esta no sólo sea fácil de entender sino incluso agradable. Para ello deberemos conocer los medios de comunicación de masas y deberemos oir las respuestas recibidas.

Pueblo. Muchas veces las necesidades de la política, los límites de la doctrina, nos impiden recordar que el pueblo lo componen todas las clases sociales activas de la nación, no tan sólo una clase política o social. Sin perder de vista que unos grupos pueden ser ver como más atractivo nuestro mensaje, no debemos olvidar que nuestro objetivo es crear una comunidad popular en que gente de todos los orígenes puedan caber. Deberemos hablar con todos.

Reformismo. El reformismo consiste en intentar cambiar puntos concretos de un sistema en la esperanza de que este podrá con ello superar sus problemas, Por ejemplo, los partidos reformistas buscan curar los síntomas mas evidentes de decadencia de un sistema, no los problemas subyacentes en este. Así algunos grupos reformistas atacan el terrorismo, no las causas de insatisfacción social que dan lugar al mismo; la corrupción de uno o varios partidos en casos concretos, no el sistema de partidos actual.

Revolución. Una revolución es el cambio total de todas las instituciones sociales y para el gobierno de un Estado. En contra de lo que algunos pretenden no es necesariamente un gesto violento, aunque pueda llegar a serlo. La revolución es a menudo confundida con el periodo revolucionario y de cambio de poderes que la precede. Nada más lejano de la realidad: la revolución no concluye con la toma del poder sino que empieza con la misma, cuando a través de leyes se estabiliza e institucionaliza ese cambio y la sociedad, renovada, comienza a trabajar.

Revolucionario. Revolucionario es el que hace la revolución, no el que habla sobre la misma. Hay muchas formas de ayudar a la revolución, las más básicas son la construcción del partido revolucionario, porque no hay revolución sin partido revolucionario; y la elaboración y puesta al día de una teoria y una práctica revolucionaria, porque la revolución no deberá ser improvisada. La función del revolucionario podrá cambiar a lo largo del tiempo, no es lo mismo organizar un partido que llevarlo al mundo real, a la calle, no es lo mismo estar en la calle que compartir las instituciones con nuestros enemigos, ni es lo mismo participar de las instituciones, aunque sea para destruirlas, que crear un nuevo estado. Es lo propio de revolucionario saber en que momento de la revolución se encuentra, pensar en el bien del grupo antes que en la ambición propia y aceptar sacrificar parte de sus propias ambiciones e incluso libertad por el bien del grupo.

Revolucionarismo. Si la revolución es la transformación real de la sociedad mediante el cambio de las instituciones que la gobiernan, el revolucionarismo no es a menudo sino una pose. El revolucionario hace la revolución día a día, el revolucionarista se cree obligado a hablar de ella de forma constante, tanto más constante cuando menos trabaja por la misma. Es lo propio del revolucionarista abrazar la postura más radical, incluso cuando esta te corta de las masas a las que dice buscar o representar, escoger siempre el lenguaje más conflictivo, las expresiones más extremas. Querer correr y quemar etapas antes incluso de poder andar. El revolucionario puede hablar pero incluso mientras calla trabaja, el revolucionarista desaparece en el momento de callarse porque nunca ha sido nada más que palabras.

Sectarismo. En un momento dado un grupo, no importa de que tamaño, decide que tiene la verdad y que no necesita al pueblo. Que de hecho se siente más cómodo en la certeza absoluta que le da el hablar sólo a sus amigos de sus ideas, en lugar de discutirlas o compartirlas con el resto de la masa, que sus ideales son demasiado altos para que el vulgo los acepte o incluso conozca. Ese grupo, no importa como se llame, pasa de ser un partido, o incluso una entidad política de cualquier tipo, a ser una secta. Hay sectas en los grupos más extremos de la sociedad. Nadie es sectario dentro del liberalismo, que es un sistema de intereses y no de ideas, pero suelen darse entre trotskistas, maoistas urbanos europeos, y, por desgracia, entre nacional revolucionarios. Es propio del sectario preferir las ideas a las realidades y olvidar que una idea, incluso buena, incluso pura, sólo sirve si ayuda a cambiar la realidad.

Seguidismo. Existe la tentación de ser el más revolucionario y para ello seguir el ejemplo de aquellos grupos que estando en otra trinchera distinta a la nuestra, y a menudo incluso en la de enfrente, percibimos como revolucionarios y líderes de masas; el creer que adoptar un lenguaje pseudo izquierdista bastará para lograr liderar las masas de izquierdas, ahora que ni siquiera las izquierdas lo hacen. Seguidismo es seguir tendencias marcadas por otros grupos en la esperanza de que como a ellos parece irles bien a nosotros nos irá mejor.

Simpatizante. Muchos grupos desprecian al simpatizante. Y el simpatizante nunca estará a la altura del militante pero el militante, salvo que actúe dentro de una secta y no un partido, necesita del simpatizante. El simpatizante le mantiene anclado dentro del mundo real, le ayuda a pasar sus ideas al resto de los ciudadanos y ayuda a difundirlas. Los militantes pueden ser ex militantes, que comprenden bien lo que es el compromiso, pero también gente que llegando desde distintos campos ayuden dando su apoyo, simpatía y/o dinero a los militantes y al partido. No pueden controlar el partido, ni debe hacérseles caso fuera de sus áreas de especialización, pero sin ellos el partido rara vez puede abandonar el espacio grupuscular.

Sistema. El conjunto de las fuerzas e instituciones, legales, paralegales e incluso ilegales que conforman el régimen en el poder. El sistema incluye necesariamente al Estado y sus instituciones, a sus élites administrativas, comerciales y bancarias. Adoptemos lo antes posible la única actitud posible frente al Sistema: la hostilidad: existe un NOSOTROS, al que debemos unir cada vez más y más ciudadanos hasta que dentro de ese NOSOTROS puedan sentirse incluidos no tan sólo los nacional revolucionarios sino todos hombres y mujeres de bien, y un ELLOS y no puede haber tratos entre NOSOTROS y ELLOS.

Vanguardia. La palabra vanguardia alude a ese grupo que lidera las iniciativas sociales y políticas desde el frente; el formado por los primeros que han descubierto una nueva idea o al menos su necesidad. La palabra Vanguardia implica también otro término: masa, pueblo, seguidores. Que en nuestro deseo por ser los más avanzados no olvidemos nunca que estamos en combate no para ser los más avanzados sino para dirigir al pueblo. No es fácil compaginar el ser un movimiento de vanguardia con el ser un movimiento popular. Exige claridad en las ideas, los objetivos y las acciones.