CARTA POSTUMA DE DOMINIQUE VENNER
“Estoy sano de cuerpo y espíritu, amado por mi mujer y mis hijos. Amo la vida y no espero más que la perpetuación de mi raza y de mi espíritu. A pesar de esto, ante los inmensos peligros para mi patria francesa y europea, tengo el deber de actuar mientras aun me queden fuerzas. Creo necesario sacrificarme para romper el letargo que nos aprisiona. He elegido un lugar altamente simbólico, la catedral de Notre Dame, construida por mis antepasados sobre lugares de cultos de orígenes inmemoriales.
Mientras tantos hombres se hacen esclavos de sus vidas, mi gesto encarna una ética de voluntad. Me doy muerte con esperanza de despertar conciencias dormidas. Me rebelo contra la fatalidad, los venenos del alma, y los deseos individuales que destruyen nuestras raíces identitarias como lo es la familia, fundamento de nuestra milenaria civilización.
Mientras defiendo la identidad de todos los pueblos, me rebelo contra el crimen de querer reemplazar los nuestros.
Pido perdón a todo los que sufrirán por mi partida, primero a mi mujer y a mis hijos así como a mis amigos. Pero una vez pasado el dolor, no dudo que entenderán mi gesto y que el dolor se transformara en orgullo”.
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